[Extracto de la entrevista completa realizada a Silvia Candamil por Clara Buedo y Pilar Bravo para el número de Abril 2014 (página 232) de Harper’s Bazaar España]
¿Podemos curarnos a través de lo que comemos y bebemos?
Lo que comemos y bebemos, además de cómo lo hacemos, constituye un factor fundamental para ayudar a que nuestro cuerpo se regenere y se libere de enfermedades incluso crónicas. Comemos más de lo que nos hace falta y no comemos con la conciencia que nuestro cuerpo se merece. Además, la calidad de lo que ingerimos es cada vez peor y es difícil encontrar alimentos que tengan un valor nutricional real y razonable. Si luego los metemos en el microondas, terminamos eliminando todo aporte nutricional que le pudiera quedar y se queda sólo con el valor calórico o energético. Cuando bebemos suficiente agua, comemos lo que realmente necesitamos (sin abusar y sin estrés) y dejamos que nuestro aparato digestivo descanse las horas necesarias para que se regenere, el resto del cuerpo le sigue y funciona mejor. A partir de ahí, se desencadenan una serie de reacciones y procesos en el organismo que hacen que todos los sistemas en nuestro cuerpo sean más eficaces: nos desintoxicamos, absorbemos bien los alimentos, descansamos mejor, las hormonas se regulan, nos sentimos más estables emocionalmente y el cuerpo y la mente hacen lo que mejor saben hacer, que es funcionar eficientemente. Cuando esto ocurre, es más difícil que enfermemos y, si sucede, el cuerpo tarda menos en recuperarse. Lógicamente, llegar a este equilibrio es algo que requiere esfuerzo y educación en cuanto a nuestros hábitos alimenticios, físicos (ejercicio) y emocionales (una mente muy presente y positiva).
Una nueva oleada por lo orgánico, lo natural. ¿Qué alimentos son los que realmente funcionan?
Con el paso del tiempo, los alimentos han ido perdiendo valor nutricional y ya no crecen de la forma que lo hacían con nuestros padres o abuelos. ¿Esto qué significa? Que por querer tener una manzana que parezca brillante y perfecta, que nos dure más sin estropearse, estamos comprometiendo nuestra salud. El consumidor cada vez tiene más acceso a todo tipo de información. Como sabemos que los alimentos más cotidianos ya no tienen el valor nutricional que tenían, nos vamos a por los “súper-alimentos” para compensar. Pero los alimentos que funcionan son distintos para cada individuo, ya que lo que a uno le da energía, a otro le puede hacer mucho daño. Por ejemplo, a una persona puede sentarle mal la lechuga mientras que a otra es la carne roja la que le cuesta trabajo digerir. De la única forma que me atrevo a generalizar es por el contenido nutricional: evitando azucares simples, harinas refinadas, productos lácteos, fritos, alcohol, cafeína, grasas animales, aceites hidrogenados (presentes en pizzas procesadas, hamburguesas, patatas fritas, etc.) se gana mucha vitalidad y salud. Si se consumen verduras y frutas locales y ecológicas, pescado azul fresco, alubias, granos completos/integrales (avena, espelta, cebada,…) frutos secos y semillas naturales (pipas de calabaza, de sésamo, de lino o chía) y se intenta variar la dieta para que no se repitan los alimentos todos los días, aparecerán los resultados: cambios en su salud y en su vida. Es importante que cada uno se implique, se estudie y sepa elegir bien lo que come para que esta máquina tan perfecta que es nuestro cuerpo funcione con salud el mayor número de años.
¿Cuáles son los beneficios de este tipo de alimentación? A nivel salud, piel, digestiones, pelo…
Cuanta mayor calidad y variedad tenga nuestra dieta, más estaremos ayudando a nuestro cuerpo a que realice sus funciones correctamente y elimine lo que no requiere. ¿Esto qué significa? Que el cuerpo no tendrá necesidad de crear inflamación y no aparecerían desequilibrios como eccema, artrosis, etc., cuyo origen es inflamatorio. Además, las digestiones no serán pesadas, tendremos más energía, nuestra piel estará mejor hidratada y retrasaremos su proceso de envejecimiento, el pelo tendrá más brillo y fuerza, por nombrar algunos puntos.
¿Hay relación entre obesidad y las toxinas que ingerimos por la alimentación o la atmósfera?
Efectivamente. Las toxinas alimentarias, ambientales (y no nos olvidemos de las emocionales) repercuten creando un bloqueo de nuestro cuerpo; éste se vuelve incapaz de recuperar el equilibrio, derivando en problemas como la obesidad. Según los últimos estudios, los obesógenos nos hacen engordar sin darnos cuenta; son sustancias químicas que interfieren en nuestro sistema hormonal, causando alteraciones en nuestro metabolismo a todos los niveles. Pero la sociedad está cada vez más gorda por cuestiones más simples: comemos mal y demasiado. La obesidad por razones hormonales es minoritaria si se la compara con el problema que generan el abuso de azucares, harinas refinadas, fritos, comida rápida, etc., que interfieren en nuestra digestión, nos intoxican y afectan a hígado y páncreas, llevándonos a la obesidad y a la diabetes, entre otros problemas. Y no olvidemos que las emociones (traumas, estados de shock, estrés) alteran nuestra química, con lo que el primer desencadenante del desequilibrio hormonal puede estar asociado con esto.
Una de las enfermedades silenciosas del siglo XXI es la cándida, en la mayoría de los casos mal diagnosticada. ¿Es la dieta la clave para solucionar este problema?
¡Absolutamente! La dieta es básica para no seguir alimentando la cándida pero también hay que tomar algún suplemento con propiedades fungicidas (como el ajo, ácido caprílico o el aceite de orégano) en dosis específicas y controladas por un naturópata. Además, a la candida albicans también le afectan el estrés y la ingesta de antibióticos, con lo que tomar prebióticos y reducir los niveles de estrés es fundamental.
Finalmente, hablemos de nutrición ortomolecular
La nutrición ortomolecular es muy útil y efectiva para ayudar a nutrir y regenerar al cuerpo con ciertos minerales en condiciones específicas. Pero si el problema está en la ansiedad (que hace que comas comidas azucaradas para darte satisfacción emocional temporalmente, por poner un ejemplo) entonces la nutrición ortomolecular puede que no sea suficiente. En casos como ese quizás se necesite la ayuda de otras técnicas naturales que trabajan más las emociones, como la terapia craneosacral, esencias de flores, homeopatía o incluso un buen coach personal.